domingo, 16 de agosto de 2015

¿Cuantas mascaras usamos?

Muchos creemos que podemos mostrarle a Dios la misma mascara que usamos cuando nos mostramos a los demás. Otros no se dan ni cuenta que las tienen, pero si, están ahí. Pero ya es tiempo de que nos las quitemos si queremos volar más alto, y lo primero que tenemos que hacer es reconocer que las usamos y tenemos. Una de ellas es esta mascara que ponemos de que todo esta bien, de que estoy feliz cuando aquella persona recibió de Dios lo que vos estas orando a tanto tiempo y no lo recibe (un esposo/a, un hijo, un trabajo, un ministerio). Son tantas cosas que consideramos que ya estamos preparados para recibir y no llegan, y cuando la otra persona lo recibe ponemos esta cara de Gloria a Dios, cuando por dentro estamos muriendo. También tenemos aquella mascara de dulce y suave, cuando llegan visitas a casa, o vamos a algún lugar, y mostramos que somos comprehensivas, “vaso frágil”, tiernas. Pero adentro de nuestra casa, gritamos a todos, los ponemos a todos en su lugar, porque…yo no voy a permitir que nadie me pise, son todos unos inútiles que no hacen nada bien, y tengo que poner orden sino las cosas no funcionan, y grito, maldigo a mis hijos, que son unos incompetentes, ignorantes, impulsivos y hacen todo mal y solo rompen todo lo que hago!!!!!! Tenemos la mascara de la educación y respeto, cuando estamos delante de alguien, pero basta que se den vuelta y critico, maldigo, soltando toda la amargura que hay en mi corazón por que no los soporto a “estos engreídos, arrogantes, de mis parientes, o vecinos. Tenemos la mascara de la religiosidad, trato a todos de “mi amor”, “te quiero tanto”, te extraño”, pero cuando me necesitan, nunca puedo, me fastidio por que “estos”, lo único que hacen es pedirme y pedirme, ¿que se creen, creen que soy Dios? Existen tantas pero tantas mascaras, pero lo mas triste es que nos justificamos, decimos y como no voy a reaccionar así si….y como lo le voy a gritar si…y como no voy a decir esto si…. Amados, Jesús no llama a amar como a mi misma, no a justificarme, no a pagar el mal con el mal, no a apedrear, me llama a poner la otra mejilla, a ser diferente, a ser Santa como el es santo. Hasta que no entendamos este principio, nada sucederá en mi vida, personal, por que la bendición viene, por la obediencia. Mi obediencia, no depende de que el otro/a sea como yo considero que tiene que ser, mi obediencia es, por Amor a El. Saquemos las mascaras, y seamos sinceras reconociendo lo que somos y sentimos, es la única forma de cambiar.

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