domingo, 14 de noviembre de 2010

¿Por que algunas personas se niegan a crecer?


• Hoy paseaba con mi hijita por la calle y en un momento al cruzar la calle ella que corría con una amiguita, automáticamente sin ni mirarme, ni parar de jugar me extendió la mano automáticamente para que cruzáramos la calle.
Y pensé, cuantas personas aun adultas, viven así, como si fueran niños, viviendo en un mundo de “fantasía”, sin tomar responsabilidades esperando que otros, parejas, hijos, padres, amigos etc., se ocupen de tomar decisiones por ellos, o de resolver sus vidas sin tener que ni parar para pensar como resolver sus situaciones difíciles, por que no quieren crecer, ya que para esto hay otros que lo hagan por ellos.
Jesús dijo que para entrar en su reino teníamos que ser como niños (Mateo 18:3), pero el decía niños en nuestro corazón, en nuestros sentimientos, pero acá estoy refiriéndome al ser niños mentalmente, personas adultas “niños” irresponsables, caprichosos, que se rehúsan a tomar sus lugares y posiciones en la vida.
El adulto que se niega a crecer es terco, no quiere aprender, siempre tiene la ultima palabra, por que siempre “tiene razón”, es inconstante, gritón/a, esta siempre culpando a los demás de sus fracasos, se pone de mal humor cuando no le dan la razón, o esta siempre esperando que los demás crezcan o cambien… pero ellos no!
Pero es muy fácil decir, que como cristianos no tenemos que ser de esta o de aquella manera, porque muchos lo dicen, pero como no nos enseñan a como dejar de serlo, lo seguimos siendo, porque decimos…nadie me enseño!
Bien, yo soy la clase de persona que nunca se queda quieta y por lo tanto cuando veo que algo se “traba”, o se estanca en mi vida, empiezo a buscar el porque, hasta encontrar las respuestas.
• Yo era esta clase de personas “niñas”, era bien caprichosa, no quería responsabilidades y no quería crecer, hasta que me di cuenta que no recibiría ciertas bendiciones que estaban preparadas para los “adultos”, y no para niños, o sea, hasta que no creciera y empezara a tomar mi lugar como adulto, no recibiría lo que estaba esperando.
Muchos sabemos que las palabras atan, porque todo lo que atamos en la tierra será atado en los cielos y lo que atamos en el cielo será atado en la tierra (Mateo 18:18).
Cuando me di cuenta que actuaba como una persona irresponsable, e infantil, tratando de manipular a las personas con mis caprichos, empecé a orar para que Dios me cambiara, pero nada sucedía, hasta que aprendí a orar, porque la palabra dice: pedimos y no recibimos porque pedimos mal, (Santiago 4:3), y yo estaba pidiendo mal! Había acá una lección que Dios me quería enseñar, que era el poder con respecto a nuestras palabras.
Ore preguntándole a Dios, porque El no me cambiaba, porque yo era de aquella forma y no lo entendía, los motivos podían ser muchos por ejemplo; cuando somos niños y vivimos alguna clase de abuso, malos tratos, injusticias o somos sub protegidos, inconscientemente podemos no querer crecer, porque nos asusta la vida.
En mi caso fue que me había atado a mis palabras, porque había tenido una infancia muy triste y sin darme cuenta, por no conocer la palabra, me dije a mi misma, “No quiero crecer”, voy a ser una niña toda mi vida, inconscientemente me ate a estas palabras y realmente no crecía, en mis decisiones y forma de ver la vida, pero si, en todo lo demás. No me daba cuenta que algo no estaba bien en mi vida, ya que nunca cuestionaba mi forma de ser, hasta que el Espíritu Santo me trajo esta revelación.
Es muy importante que empecemos a darnos cuenta en que áreas tenemos que crecer porque hay mucho por hacer, si nos ponemos a pensar los muchos que necesitan que crezcamos para que podamos testificar de lo que Cristo hizo en nosotros, podremos marcar una diferencia.
Hay muchos cristianos que nunca han hablado de Cristo a sus familiares, amigos o vecinos, que no predican a Cristo por que son niños, y como tal no piensan, o si piensan, no sufren porque las almas se pierdan. Muchos se dicen a si mismos, alguien les hablara, ¿porqué lo tengo que hacer yo? Tenemos que crecer para empezar a ser responsables del llamado que nos hizo Jesús, en ir y hacer discípulos, porque mucha es la mies y los obreros… pocos.

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